¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN EL SECTOR DE LA SEGURIDAD PRIVADA?
Algunos, los más benévolos, pensarán que vuelvo a dar la lata con el tema del convenio de seguridad privada, otros seguramente pensarán, además, que este tipo de opiniones no hacen otra cosa sino entorpecer las negociaciones que se están llevando a cabo. Con la doble intención de modificar estas opiniones y ayudar a los compañeros que están peleando duro en la negociación sobre la renegociación del convenio escribo éstas líneas.
Hemos conocido, en estos días, que la empresa Seguridad Integral Canaria ha sido acusada por la Agencia Tributaria de un posible delito de fraude a la hacienda pública por declarar como dietas lo que en realidad deberían ser conceptos salariales de sus trabajadores. El truco, según cuentan, es sencillo, se declara como dietas lo que en realidad son remuneraciones por horas extra y así no se paga a hacienda ni a la seguridad social. Parece ser que el fraude puede llegar a los dos millones y medio de euros aproximadamente. Numerosas empresas del sector han utilizado y, seguramente utilizan, estas técnicas de ingeniería financiera. Todos en el sector recordamos, por ejemplo, prácticas como las de Esabe y, en este caso, recordamos las consecuencias que ha tenido para los trabajadores.
Como digo estas innovadoras técnicas han sido y, todo parece indicarlo así, son moneda común en el sector de la seguridad privada y suponen una ventaja competitiva frente a las empresas, no tan innovadoras, que respetan la ley. El razonamiento es sencillo, lo que estas empresas se ahorran de tributar repercute en sus cuentas de resultados y su financiación, consecuentemente, esto les permite competir con precios más bajos en el mercado de la seguridad. Las empresas que cumplen no obtienen o pierden los servicios que antes tenían en favor de estos linces de los negocios. Pero no todo son beneficios para estos sufridos empresarios, a veces, parte de sus beneficios tienen que reinvertirse en su peculiar I+D+I en forma de sobre, pues no hay otra forma de entender el hecho indubitable de que, pese a estar en el punto de mira de jueces, fiscales y agencias gubernamentales, sigan consiguiendo contratos, por ejemplo, de las administraciones públicas, sino es el caso de que incluso se conceden indultos a quienes las lideran.
Los trabajadores perdemos siempre, no sólo como colectivo porque estas cantidades que engrosan los beneficios de estos magos de las finanzas se detraen de los ingresos públicos con los que se financian nuestras pensiones -el único plan que nosotros nos podemos permitir-, nuestra sanidad, nuestra educación y tantas otras cosas, sino individualmente, porque tarde o temprano salta la liebre y nos quedamos, como en el caso de Esabe sin cobrar lo que se nos adeuda o simplemente porque las empresas de esta particular escuela de negocios, deciden que es más rentable, en general incumplir cuantas normas laborales se les pongan en medio. Además llega un momento del ciclo económico de este sector como el actual en el que parece que la única forma de que el resto de empresas, que mal que bien cumple, siga obteniendo sus beneficios irrenunciables, sea devaluando los salarios y condiciones de los trabajadores antes que incorporando valor añadido al producto que venden, algo que siempre requiere inversión y trabajo.
De esta manera, nos encontramos en un escenario en el que, ante una crisis como la que vivimos, las cosas se recrudecen mucho más a causa de estas prácticas y las patronales del sector, que poco han hecho en los años de bonanza por expulsar del mercado de libre competencia a aquellos que han demostrado que no existe esa libre competencia, no tienen otra brillante idea que la de, ayudados por su gobierno afín, empobrecer a los trabajadores devaluando sus salarios y condiciones de trabajo.
Por todo ello, pido a los compañeros de la mesa negociadora del convenio que tengan presente esta situación y piensen que lo que en realidad pretenden estos empresarios, los innovadores por espabilados y los, llamémosles así, tradicionales por pusilánimes no es otra cosa que seguir ganando dinero a costa de lo que sea y que, si les dejamos que lo hagan, sin luchar, a costa de nuestro trabajo, les estaremos solucionando su problema de competencia desleal al coste del pan de nuestros hijos y seremos, por lo tanto, igual que ellos, o espabilados o, en el mejor de los casos, pusilánimes.
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